Diccionarios coetáneos

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El primer tercio del siglo XX fue un periodo crucial para la codificación de las otras lenguas oficiales de España. En un contexto de recuperación y reivindicación de las identidades nacionales, así como de su tradición cultural y literaria, la voluntad de dotar al catalán, al gallego y al euskera de una norma clara y estable dio lugar a la creación de instituciones destinadas a su estudio y difusión, como la Real Academia Galega (1905), el Institut d’Estudis Catalans (1907) y la Euskaltzaindia (1919).

En este marco, la labor lexicográfica adquirió una importancia central y se emprendieron proyectos que contribuyeron a fijar el léxico y a registrar la riqueza dialectal de cada lengua. Algunos de ellos dieron lugar a obras de referencia que marcaron un hito en la historia de la lexicografía catalana, gallega y vasca. Es el caso de los diccionarios que se presentan en este póster, que testimonian el esfuerzo por sistematizar y fortalecer las lenguas propias en un contexto de cambios lingüísticos y culturales.

En el ámbito del catalán, los trabajos lexicográficos iniciados en 1911 por la Secció Filològica del Institut d’Estudis Catalans (IEC) cristalizaron en la publicación del Diccionari general de la llengua catalana, dirigido por Pompeu Fabra. Aparecido por fascículos en 1931 y en un solo tomo al año siguiente, se convirtió en el diccionario de referencia del catalán hasta 1995, cuando vio la luz la primera edición del Diccionari de la llengua catalana del IEC, convertido en el repertorio normativo de esta lengua. La segunda edición (DIEC2), aparecida en 2007, cuenta desde entonces con una versión en línea para su consulta que incorpora actualizaciones regularmente.

Otra obra de gran relevancia es el Diccionari català-valencià-balear (1926-1962), impulsado por Antoni Maria Alcover, primer presidente de la Secció Filològica del IEC, y continuado por Francesc de Borja Moll; no en vano, también se lo conoce como el Alcover-Moll. La singularidad de este repertorio monumental, en el que participaron más de 1600 personas, reside en que reúne en 10 volúmenes y casi 10000 páginas la riqueza y variedad dialectal del catalán: “la llengua que es parla al Principat de Catalunya, al Regne de València, a les illes Balears, al departament francès dels Pirineus Orientals, a les Valls d'Andorra, al marge oriental d'Aragó i a la ciutat d'Alguer de Sardenya”. Hoy sigue siendo una obra de gran interés tanto para los lingüistas como para el público no especialista.

Por lo que respecta al euskera, una de las obras lexicográficas más destacadas en los primeros años del siglo XX es el Diccionario vasco-español-francés, publicado en 1905 por Resurrección María de Azkue, primer presidente de la Real Academia de la Lengua Vasca (RALV). Con todo, el diccionario más representativo de esta lengua, y que supuso una renovación del anterior, es el Orotariko Euskal Hiztegia - Diccionario general vasco, que inició Koldo Mitxelena en 1987 y culminó Ibon Sarasola en 2005. En 2000, la RALV publicó el Hiztegi Batua, de carácter normativo.

En cuanto al gallego, en 1913, la Real Academia Galega emprendió la publicación por entregas del Diccionario gallego-castellano; la obra quedó interrumpida en la voz cativo, en el cuaderno 27 (1927). Por esas fechas apareció también otro notable repertorio bilingüe, el Diccionario galego-castelán de Leandro Carré Alvarellos (2 vols., 1928-1931), que fue reeditado varias veces, ante la falta de alternativas de mayor calidad. Hubo que esperar a 1986 para que viera la luz el primer diccionario monolingüe gallego: el Diccionario Xerais da lingua (1986), de indudable impacto; poco después apareció el Diccionario da lingua galega, publicado conjuntamente por la Real Academia Galega y el Instituto da Lingua Galega (1990), bajo la dirección de Constantino García. Finalmente, en 1997 se publicó la primera edición del Diccionario da Real Academia Galega, reimpreso varias veces y accesible desde 2012 en versión digital.

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