Como contestación al discurso de ingreso en la Real Academia Española de Eugenio Sellés, el 2 de junio de 1895, José de Echegaray indicó lo siguiente:
El periodismo recoge ideas, sentimientos, pasiones, crímenes ó virtudes, en suma, esos mil hechos dispersos, esos mil latidos de cuyo conjunto brota lo que se llama la opinión pública; y de una manera más ó menos perfecta, fundidos todos ellos en la letra de molde, les dá salida para que vayan á todas partes y por todas partes se estiendan. Cada hoja de cada periódico es como la molécula circulante de la gran corriente nerviosa á que antes me refería: sistemas de corrientes que de este modo ponen en comunicación, dos á dos, todos ó casi todos los individuos de un país, como se ponían en comunicación cada dos granillos del protoplasma al convertirse la vida difusa en vida centralizada.
A través de estas palabras se percibe el protagonismo adquirido por la prensa periódica en el seno de la sociedad española durante el siglo XIX, que se extenderá hasta la actualidad con los consiguientes cambios de canal de los medios de comunicación. En sus páginas, adquirieron especial alcance los asuntos relativos a la lengua, en general, y al diccionario, en particular, que se convertirá tanto en autoridad a la hora de sancionar o establecer el significado preciso de determinadas voces como en objeto de crítica. Entre todos los editados y disponibles en el mercado, el repertorio académico es el que adquirió mayor relevancia al ser fruto del trabajo de la institución que vela por el buen uso de la lengua. Las críticas al diccionario fueron habituales en ese momento y se alzaron como materia periodística de algunos escritores o articulistas como Mariano de Cavia, entre muchos otros.
Llegados al siglo XX, la decimoquinta edición del diccionario despertó enormes expectativas. Antes de ver la luz, los periódicos de tirada nacional y regional se hicieron eco de la nueva edición que saldría a la venta. En esta fase, el diccionario experimentaba para la materia periodística cambios suculentos que se anunciaban con gran entusiasmo. Para ello, se estableció una extraordinaria campaña publicitaria donde la persuasión al lector se nutrió de un vocabulario evaluativo y valorativo que ponía el énfasis en la necesidad de la obra. Los cambios, que afectaban al número de palabras, la corrección de definiciones, etimologías y aspectos gráficos, así como a la entrada de neologismos, regionalismos y americanismos, permitieron presentarlo y proclamarlo como el más amplio y autorizado, el que anula a todos los vocabularios existentes a partir del que el idioma de la madre Castilla se ha hecho español, es decir, todo un acontecimiento bibliográfico.
La curiosidad y el interés que despertó el diccionario dieron lugar a numerosas opiniones en los periódicos del momento, una vez que la obra estuvo disponible para el público, a principios del mes de julio. Esta circunstancia se expandió por toda la prensa hispánica independientemente del radio de acción, es decir, ocupó lugares preferentes en aquellos periódicos o revistas de ámbito regional, nacional o perteneciente a otros países de habla hispana. Pronto surgieron los elogios hacia el diccionario vinculados a la nueva denominación del idioma o la acogida de provincialismos y neologismos, principalmente los de la ciencia y la técnica. Todo ello fue visto con cierta revancha hacia los puristas y, dentro de esos primeros ánimos exaltados, el diccionario asumió sugerentes metáforas como el hecho de convertirse en un instrumento de política exterior o en un 13 de septiembre, en alusión al golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera sucedido unos años antes. Sin embargo, estos ánimos enaltecidos fueron dando paso a la crítica que centró sus objetivos en los cambios elogiados en un principio, es decir, en el nombre de la lengua y las nuevas voces incorporadas. Las voces disidentes en este sentido llegaron tanto desde dentro como desde fuera de la Península. La conclusión de muchos de esos articulistas era que el diccionario continuaba acarreando los mismos problemas que en ediciones anteriores. A fin de cuentas, la apasionante vida del diccionario estaba escribiendo una de las páginas de mayor interés y mayor implicación social de su historia, mediante la connivencia y la participación de amplias capas de la sociedad hispana entre las que la prensa hundía las raíces de la difusión, divulgación y persuasión.
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